Por desgracia en mi caso la ansiedad me mostró su peor cara desde el principio. Un estrés prolongado unido a la falta de sueño hicieron que mi mente y mi cuerpo estallaran en forma de "ataque de pánico" mientras conducía por la autopista.
Pero la ansiedad puede aparecer de muchas maneras y de forma progresiva. Si bien el cuerpo da síntomas mucho antes, no nos damos cuenta hasta que se apodera de nosotros. Por ello es muy importante reconocerla a tiempo de lo contrario cada día que pasa gana espacio y luego es mucho más difícil eliminarla.
Para reconocerla lo primero es saber que es, así que empezaré por definirla: la ansiedad es una sensación de preocupación o temor excesivo. Un estado de alerta permanente que hace que la persona que lo padece visualice el futuro de forma negativa. La ansiedad forma parte del ser humano y sirve para afrontar ciertas situaciones pero cuando se vuelve demasiado intensa se convierte en una fuente de sufrimiento difícil de controlar.
Algunos de los síntomas son las taquicardias, palpitaciones, sudoración excesiva, tensión muscular, sensación de nudo en el estómago, falta de aire, temblores, cansancio, mareos y pérdida de equilibrio, dolor en el estómago y un largo etc., pero los síntomas no son solo físicos, también los hay psicológicos, que son los que te hacen preguntarte ¿por qué me pasa esto a mi? ¿me estaré volviendo loco? pero no...no te estás volviendo loc@, de hecho los datos muestran que más del 20% de la población en España sufre o ha sufrido ansiedad generalizada en algún momento de su vida.
Una vez reconocido el problema, lo más importante es saber aceptarlo, no luches contra ella, por experiencia se que ese no es el camino. El punto de inflexión en mi carrera hacia la recuperación fue cuando dejé de tenerle miedo. Esa es la clave, la ansiedad no mata, solo está en nuestra cabeza, si dejamos de tenerle miedo, si dejamos de darle protagonismo en nuestra vida, terminará por desaparecer. Pero como todo, es un proceso que necesita tiempo, esfuerzo y paciencia. Y por supuesto ¡no hay que avergonzase de nada!.
Vivir significa conocerse y aceptarse, y si por temor al que dirán escondemos nuestras emociones y las ocultamos pensando que desaparecerán, cometeremos un grave error, porque no lo harán, aflorarán cuando menos lo esperes.
Así que ¡fuera complejos!, aprender a aceptarse es el siguiente paso para el cambio.